lunes, 23 de septiembre de 2013

ROCK EN LAS PERIFERIAS


INVASIÓN POTOSINA A UN DEVALUADO TIANGUIS DEL CHOPO

Sábado 27 de Julio, 12:00, Tianguis del Chopo. La oportunidad era demasiado tentadora como para dejarla ir: El Ahorcado presentándose en El Chopo. Hacía unos ocho años que no visitaba el tianguis y ésta era una oportunidad excelente para regresar. No sé si alguna otra banda potosina se había presentado en ése foro (acabo de enterarme que Aria Infuriata se presentó a principios de 2012), pero esta era una excelente excusa para escuchar a El Ahorcado en otras latitudes.

El tianguis del Chopo siempre ha tenido una fascinación especial para mí. Durante los 1980s y 1990s, si sintonizabas las frecuencias correctas o comprabas La Banda Rockera o el Conecte, podías leer historias increíbles de un lugar  mitológico en donde podías “conseguir” los discos que eran imposibles de comprar en “provincia” e incluso se presentaban los grupos del momento del ala nacional del Rock En Tu Idioma. Obviamente, en aquellos años la única forma de escuchar música era usar un medio físico o sintonizar una transmisión en los medios establecidos. En ése entonces la difusión de la música estaba limitada por los dictados de los dueños de los medios y por la distribución de los medios físicos para conservarlo. El material independiente, debido a lo limitado de su edición, distribución y el mínimo interés de los medios para difundirlo, era muy escaso y cada artículo que se podía encontrar en SLP era algo digno de atesorar y apreciar. Como un viaje al DF éra un obstáculo serio para mí, sólo pude visitar el Chopo hasta el inicio de los 2000es. En ése entonces el Internet y las computadoras hogareñas habían llegado a su madurez y la invención del formato MP3 habían hecho casi trivial el intercambio de canciones. Teóricamente, la distancia entre los creadores musicales y la audiencia había desaparecido, pero las compañías de producción musical hablaban del fin de la industria. ¿Cómo podía ser eso si en el Chopo todavía existía un espíritu de cultura generada a partir del rock, el trueque de formatos físicos todavía estaba saludable y, de hecho, el territorio donde se establecía el tianguis se convertía en una Zona Autónoma Temporal durante la mañana y tarde de los sábados? El Chopo, tal vez no era la meca de cultura alternativa, pero por lo menos era un lugar de reunión alrededor del rock y derivados y podías sentirte seguro de que el orden era controlado por tus iguales: chicos con la intención de pasar un rato agradable, sin demasiados prejuicios morales o psicoactivos. El Chopo era un lugar “en onda”. Por cuestiones personales dejé de asistir por una década y ahora que la visita era inminente tenía mucha curiosidad por ver cómo había afectado al tianguis el cambio del país y la cultura. ¿Me encontraría con recopilaciones en DVD de miles de MP3 de bandas independientes y fuera del circuito comercial? ¿CDRs de las bandas que pululan Facebook en éstos momentos? ¿Boxsets con nombres como “Lo Mejor De Las Bandas De myspace”? ¿La Cultura seguiría circulando en el Chopo? En teoría, mayor difusión produce mayor diversidad y al estar expuesto a mayor diversidad la juventud tiene menos prejuicios. ¿Será cierto? ¿Seguiría estando saludable la cultura “alternativa” en el Chopo?

Desde la salida en el metro Buenavista encontré cambios y me costó trabajo orientarme para atravesar la parada de metrobús que dejaron caer en la avenida, pero el tradicional flujo de personajes con vestuario “alternativo” sigue mostrando el camino hacia el Chopo. Antes de llegar te encuentras con la biblioteca Vasconcelos; un edificio gris y feo, como muchos en el DF, en donde claramente las ambiciones de sus diseños no concuerdan con las realidades locales. Al dar vuelta en Aldama, el espinazo del Chopo, me llamó mucho la atención la presencia policiaca, discreta pero a punto del zarpazo. Esto no se veía antes en el Chopo, como tampoco se veía puesto tras puesto, tras puesto dedicados a vender ropa “rockera”. Dándo un recorrido rápido te das cuenta de que el tianguis se ha convertido en un tianguis de ropa con unos cuantos puestos diminutos dedicados a la venta de CDs de géneros específicos: uno de punk, otro de jazz y muchísimos dedicados al metal contemporáneo. Lo que antes era el primo adolescente y un tanto retardado de la familia del rock se ha convertido en una especie de top model “oscuro” con músculos formados por los desafíos técnicos y el protools, bien tatuado por sus asociaciones con el glamour del “peligro” y con una hermosa cabellera muy acorde con el “romanticismo oscuro” del fenómeno vampírico. Incluso antes de llegar a la zona de conciertos puedes darte cuenta de que el tianguis está ahora ocupado por fashionistas y los pocos asistentes que están interesados en la música se conforman con la misma dieta de siempre: rock clásico, metal “oscuro” y punk “clásico”. No sé si ya no exista entre los asistentes y los comerciantes del tianguis el ánimo de crear un espacio cultural en donde sea posible expresar manifestaciones culturales, pero para mí es claro que ahora el disfraz y los escombros de la leyenda del death metal noruego de los 1990s se han convertido en otra doctrina más a la cual suscribirse para conformar una “identidad”.

Al llegar a la esquina de Luna llegué a la periferia del tianguis, el lugar a donde quedaron relegados los conciertos. Ahora que el centro de la manada es la parafernalia del rock, la zona de conciertos quedó en los límites y el lugar creativo y donde de verdad se genera la cultura ha quedado relegado por el público a un tercer lugar; debajo del arreglo personal y la fetichización de los formatos físicos. Cuando el público no protege a los creadores la música queda a merced de los depredadores; sean los mercantilistas de la música o los embates de las “fuerzas del orden”. Hubo un tiempo en que el DF y el Chopo eran un escaparate de la cultura “nueva, o por lo menos juvenil, en México. Ahora lo único nuevo que encontré fueron los grupos que tocaban sus canciones en vivo y que como público tenían a otros músicos esperando su turno para tocar y a unos cuantos aficionados aferrados que están demasiado enganchados a la música como para dejar ir las oportunidades de escucharlos. Pero ése es el mismo fenómeno que puedes ver en SLP; músicos de rock de alto calibre que no encuentran interés del público. Al parecer en México hasta los asistentes de un tianguis dedicado a “la cultura del rock” son conservadores que se resisten con todas sus fuerzas a la música nueva y al cambio. ¿De verdad las bandas nuevas no merecen su atención? ¿El Chopo es una alternativa real o sólo es un espacio para intercambiar escombros de una cultura ya casi extinta? Pensando en esto ya no me sorprende que la policía ahora ronde la periferia del tianguis. Obviamente es más fácil capturar a los individuos que siguen su propio camino y se alejan de las modas. Ni modo de que consigan sus presas a mitad del tianguis con tantos niñatos vestidos de emos, que no se distinguen unos de otros… La estandarización protege de los depredadores pero también margina las diferencias y eso es lo que pasa ahora en el tianguis.

Pero… en realidad fui al Chopo por un performance de música… En la zona de conciertos el sol estaba cayendo a pleno y los pocos sectores de sombra estuvieron ocupados desde el inicio de las presentaciones por los aficionados más aferrados. El equipo de sonido era viejo pero eficiente y un tanto descuidado y la respuesta de la gente fue más o menos tibia para todas las agrupaciones. A las 14:30 y cuando los organizadores anunciaron a El Ahorcado, una banda que toca “puro metal”, los asistentes que seguíamos ahí nos cubrimos con lo que pudimos y nos acercamos al escenario para escuchar. Las cuerdas electrificadas empezaron a gruñir y los tambores a retumbar. Tempos lentos como placas geológicas moviéndose. Rock psicodélico y stoner en un día reseco y con el sol ardiendo sobre la cabeza. Un desierto luminoso y psicodélico en donde los riffs profundos y la lentitud de los tempos forma mareas de lava que esperan liberarse con un jam pentatónico de guitarras afiladas. Éste es el tipo de música que pueden ser mil escuchas o uno sólo porque ésta música ocurre dentro de la mente; ahí donde las soluciones prefabricadas de la cultura no funcionan y los rasgos de las subculturas alternativas no terminan de encajar. Esta música pudo haber sido escrita en 1970, pero también puede que vaya a ser escrita en el 2050 porque representa una corriente que nunca va a ser mercantilizada por la cultura aceptada. Ésta música se trata de los placeres psicodélicos y otras experiencias marginadas por la sociedad. La música de El Ahorcado se trata exactamente de las preguntas que la sociedad mexicana no quiere escuchar: ¿Cuál es el valor social de la experiencia psicodélica? ¿Porqué se margina a sus practicantes? En el escenario se expresan ésas preguntas y en la audiencia los escuchas dejamos que la corriente emocional se exprese con movimiento. Dejando que la sensación de un groove muscular y eléctrico produzca naturalmente el headbanging, porque ésta música es fisiológica y por eso no es popular en un país como México que es conservador hasta con en el rock. Pero eso tampoco importa porque esta música es real incluso sin tener una audiencia masiva. Éste placer queda reservado para los que saben dónde buscarlo y dónde encontrarlo.

Al final del concierto caminé de regreso a la estación Buenavista y me volvía encontrar a la policía, a punto del apañe y buscando carne con la mirada. Yo ya estaba satisfecho con la recarga de rock que dio El Ahorcado y ver a los depredadores ya no me importó demasiado; después de todo, el Chopo es ahora un tianguis más en una ciudad y la información que encuentras ahí ya no tiene que ver con alternativas sino con consensos… No sé si el sol me resecó el cerebro o de plano ya estoy ruco pero no me interesaron las actividades periféricas del tianguis: nunca he sido mucho de disfrazarme de rockero entonces ni modo de comprarme una playera de Burzum que nunca voy a usar, tampoco quise afiliarme a un partido político extinto ni de plano desnudarme para expresar mi descontento con las demás personas que usan ropa… Y como tampoco se puede ser tan heavy tanto rato mejor me subí al metro para buscar algo que comer porque traía un hambre asesina. Mientras esperaba el tren me quedé pensando que por lo menos los de El Ahorcado tenían una manta para protegerse del Sol.